De sumergirse para emerger de nuevo. (Consecuencia lógica de conjurar a La Soledad...)

Y raudo salí convertido en mil llamaradas

de creación pura, de imaginación delirante,
de genial inspiración...

Mis alas, mi cuerpo, convertidos en bola de fuego
avanzaba tocando todo,
incendiándolo todo...

Mis letras, mis palabras, mis ademanes...
todo en mi era incendiario,
más subversivo que de costumbre...

Regué con el fuego sagrado de la resurrección
a amigos y enemigos,
a detractores y aliados,
a amores y desamores...

Incendié aceras, calles...
juveniles sabanas... estériles desiertos...

Y al mar tuve que parar
para mi incendio poder apagar...

Nubes de vapor, neblina que calma,
y en cual forja templé mi espíritu...
en ese mar que manaba de mi propio cuerpo
que sin darme cuenta era yo mismo;
mar y fuego fuimos uno: Acero.

Y así, se desplegaron mis alas,
y mi cuerpo estuvo listo para las nuevas batallas,
las que vienen: las fuertes, las que me reclaman...


Y así mi pensamiento se aclaró,
mi sentimiento se calmó,
el dolor pasó,
y la paz llegó.

Y así mi ser, pudo al fín, alzar el vuelo...

Y tú Luna, cuenta esto a todos,
a todos aquellos,
a todas aquellas,
y sobre todo a aquel escribano
mi mortal cuerpo
para que deje testado...

Que: ¡Soy Yo...!