Un trago de Fuser, sobre dos rocas de Bohemía, con tres gotas de Utopía...

Agitado, no revuelto…

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sábado, 15 de marzo de 2008

Pecas on Bohemian (Recuerdo de un amor)


M e h e v u e l t o h u m o . . .

cenizas

que

c

a

e

n

y revolotean
por doquier...


Soy humo que se filtra buscando tu encuentro,
y en la oscuridad de mis sueños te hallo...


Me consigo con tu espalda, desnuda, blanca como mi Utopía, sin manchas...

Me torno hombre que esgrime la pluma, y dibujo en ella pecas desconocidas.

Te recorro lenta y suavemente,
por completo... Allí... acá...

más allá...

recorro tu cuerpo

dibujando nuevas huellas, a tu espalda...

nuevas huellas... las mías.


Y la luz se hace... oro que

c

a

e

en rizos sobre tu espalda...


...Mujer de voz cálida y madura que de nuevo me despiertas, tu risa libre me invita a revivir mi bohemio ser...

Espalda que te arqueas extasiada al paso de mi pluma con estas letras...

...Morbo...
...suave, con suavidad de aquellas que son extremas... Como pintando recorro tu espalda en un lienzo de piel...

Y surge de pronto, entre tu blancura de armiño y mis palabras vueltas tus pecas: tu olor. Aromas de vainilla y azahar se entremezclan con la canela de mi boca, el eucalipto que exuda mi cuerpo... El agridulce de mi éxtasis...

Blanca paloma de olores y sabores nuevos, de sensaciones y pensamientos libertarios... Detén por un momento tu errático vuelo, sé más que voz y conviértete en verbo, adjetivo...

Dispuesto a volar hasta los mismos confines... Aquí te espero.

domingo, 9 de marzo de 2008

Despecho en burdel caraqueño (Semificción breve)


Caminante errante, quien pisa la acera muchas veces transitada.

Luces que lo invitan a pasar y refrescar su garganta, a libar de oscuridades...

Barra medio vacía, la mesa no está aún servida.

Aquí y allá surgen las sombras, van llegando a la espera del festín de piel, bocas dispuestas a cambio de platino.

Ginebra pide el Transeúnte al pingüino de la barra, que por no tener frac no deja de ser pingüino.

Fantasma que irrumpe de la calle dispuesto a dar su espectáculo. Vestida de blanco y negro surge la figura que pasa por detrás de la barra, ojos con llamaradas verdes la escrutan entre reflejos de luces violeta y de roja granadina. El azar dispuso que ambos estuvieran sedientos del mismo licor, ardidos en sus pequeñas tragedias.

Beso que vuela en medio de la música con su respectiva respuesta.

-Estás sólo...

-No, ya no, te esperaba a ti...

Mirada de reflejo Azabache se cruza con profundidades. Lenguas que se enredan, dientes que entremuerden juguetones bocas desconocidas. Poco importa quien sea el Transeúnte, Azabache lo que quiere es silenciar lo que porta su alma: profundo desamor, desdén, soledad. Si, Magdalena también sufre de despecho.

Conversaciones tontas, mentiras blancas, éso no interesa. Cuando almas se encuentran en su soledad poco importa qué hablen, son otros los verbos que se hablan, verbos del dolor que hay que acallar a costa de lo que sea.

-Un servicio de Ginebra Joaquín...

Y se dispone a ser deseo y a la vez camarera, narradora del dolor que la desgarra. Esa noche no fue Azabache quien oyó de historias, fue élla la paciente del Transeúnte. Una, dos..., se sucede el tiempo, entre miradas y jugueteos, entre recuerdos y provocaciones... Entre los humos que espelen sus dedos, entre los vapores que surgen de sus entrepiernas, se va armando una extraña historia, de momentos, de minutos, de adrenalina que es la única droga que mata la decepción.

-Ya vengo... dice de pronto Azabache. Comienza la música, comienza su baile... El piso, el tubo, sus propias manos son el Transeúnte, aquel extraño salido de quién sabe donde, pero que la invitaba a alejarse de sus dolores... Entre aplausos y erecciones termina el performance, recoge su escasa ropa y se aproxima a la barra para vestirse. Toma su abrigo, lanza una mirada a su nuevo amante, y sale del burdel caraqueño de la calle muchas veces transitada. Y con ésta silenciosa invitación, el Transeúnte en medio de la estupefacción de sus vecinos, paga la cuenta y también sale.

Nadie supo que ocurrió después, todo fué chisme, todo fué elucubración. Un testigo al día siguiente, mientras contaba la historia vió pasar a Azabache, depositar su abrigo por dentro de la barra y dirigirse al viejo con el trago de whisky nacional por importado como cada noche, pero ahora sin el dolor de la víspera. Una nueva ilusión latía en su alma.